Residencia impermanente


Mi residencia temporal expiró y hoy tocó solicitar la permanente. Esto puede resultar paradójico, pues el trámite se da a pocos meses de abandonar el país; así que, en resumen, es solicitar algo para no gozarlo. Pero así es la burocracia: la burocracia no se adapta a la realidad, es la realidad la que debe adaptarse a la burocracia. 

A pesar de todo las cosas salieron muy bien. El papeleo duró poco menos de una hora y el chico que me atendió fue muy buena onda. Carlos se llamaba, pero me dijo que lo llame "Charlie". Charlie tenía una traza inadmisible frente a sus colegas en Perú, donde todos visten saco, corbata y chaleco de lanilla. Él por el contrario, atendía con jeans rotos, sweater de colores y un pendiente de cruz en la oreja. 

Mientras ingresaba mis papeles Charlie vio que era peruano y me comentó que tocaba cajón peruano en una banda de rock acústico. Después me mostró algunos videos y me dijo que su banda tenía una cuenta en instagram. Le dije que lo seguiría.

Fue una mañana soleada y fría. La ciudad se veía muy bonita y, como hacía semanas que no salía del departamento caminé un rato por Retiro. Luego me subí en un bus, desde donde alcancé a tomar esta foto:


Voy a extrañar mucho a la gente de acá; la naturalidad con la que empatizan con uno, su amabilidad, su solidaridad. No hace mucho, en un paradero, se me cayó mi anillo. Estaba lloviendo y era difícil ver dónde había ido a parar. Mientras lo buscaba, dos chicos me preguntaron: "¿Todo bien?". Yo les comenté lo que había pasado. Para mi sorpresa, se aunaron en la búsqueda. Y no solo eso: cuando llegó más gente, comentaron lo sucedido y los recién llegados también se pusieron a buscar. Al notar esto me incomodé un poco. Dije: "No se preocupen, no vale nada"(cosa que era cierta, pues se trataba de una copia de acero del original). Sin embargo, continuaron en la labor hasta que alguien anunció: "¡Aquí está!". Era un señor que me traía, desde lejos, el anillo mojado y sucio. "Te salvé la vida", bromeó, mientras me explicaba que se lo había llevado la corriente, media cuadra atrás.

¿Por qué en Perú difícilmente ocurre esto? Mi teoría es que el peruano vive con miedo: teme cometer un error irreparable, teme que los demás se aprovechen de él, teme que lo tomen como "lorna", teme que le roben, etc. En consecuencia, siempre vive estresado, en modo supervivencia, pisando a los demás. Para comprobarlo, la última vez que fui a Perú hice un experimento social: le dije a Paty que iba a tratar exageradamente bien a la gente en todas mis interacciones. Mi hipótesis era que al demostrarles abiertamente que soy amigable, recibiré el mismo buen trato que en Argentina. Y así fue en el 80% de los casos.

Sí, los peruanos pueden llegar a ser tan buena onda como se espera, siempre y cuando saques de ellos toda esa mierda revanchista que les han metido desde niños y que alimentan los medios de comunicación y sus políticos de turno. Jode porque por defecto, siempre están en modo negativo y a veces necesitas más batería social que la que estás en capacidad de ofrecer (desde luego, en mi caso, no mucha). Acá los argentinos están bien por defecto y eso me encanta de ellos. Pueden ser impuntuales, chambones (más que en Perú, incluso), gritones, excéntricos, pero nunca van tan a la defensiva. Nunca tanto.

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