Mi historia de la fotografía


Empezaré por decir que me considero aficionado a la fotografía y siempre me he sentido más cómodo con cámaras compactas o caseras. De hecho, aún hoy, creando contenido para YouTube y viviendo de esos ingresos, he resistido la idea (aún con el dinero en mano) de comprar una cámara profesional. Actualmente me basto con mi Canon M50 que puede considerarse un modelo "de entrada" (dígase "semi-pro")  pero que con su objetivo Ef-M 22mm ofrece toda la calidad que busco y chitón boca.

Mi historia como aficionado empieza cuando cumplí 10 años y me regalaron una cámara casi de juguete que usaba un rollo de 110mm. Si mal no me acuerdo era una Vivitar y lucía como esta:

La Vivitar (?) 110.

Quizá debería tenerle más cariño a esta máquina, después de todo con ella me inicié en la fotografía. Pero lo cierto es que el rollo de 110mm era una basura: sacaba imágenes granuladas, borrosas y, para colmo, era caro.  En consecuencia, la usé muy poco (como máximo, le habré cargado dos carretes antes de desecharla) y por lo general en pichangas sabatinas con mis amigos en el club y en alguna excursión como ésta: 

Parque Kurt Beer, 1994.

Pasados los años, rogué a mi madre que me regale una cámara "de verdad", como le decía a las que usaban el rollo de 35mm, que era el estándar casero de ese entonces. Así, para mi cumpleaños número 12, ya tenía mi propia Kodak Autocolor con "carrete grande" ¡y con flash! Era una cámara genial. La recuerdo, también, porque poseía una opción para tapar el lente y evitar que le entre tierra. Además, el rollo de 35mm era otra cosa. Con él las fotos salían más nítidas y los colores más intensos. 

La Kodak Autocolor.

El problema de esta máquina (al menos para mí, siendo un niño torpe) era colocar el rollo adentro. Con la de 110 no tenía este problema porque el rollo venía integrado a una especie de cassette, o sea que no había forma de cagarla. Pero con la de 35 sí, porque tenía que sacar la película cruda del rollo y engancharla bien al carrete interno. Si no se hacía con cuidado y bien, el rollo no corría y las tomas no se imprimían en la película, aunque lo marcara el contador. Sin embargo, un día un tío me enseñó una forma de colocar el rollo que hizo que pasara de desperdiciar fotos (perdía 3 o 4 para asegurarme que la película estuviese bien puesta) a aumentar la cantidad de fotos posibles. Por ejemplo, a los rollos de 12 le sacaba 15 fotos; a los de 24, 28... y así. La siguiente es un ejemplo de una foto sacada  con esa cámara:

Piura, 1998. El puente estaba cerrado por la crecida del río.

Pero mi cámara favorita de los noventa y de los dosmiles fue la Kodak KE20. Tenía 14 años cuando la adquirí. Sí, la compré yo con mis ahorros de adolescente, en una desaparecida tienda de fotografía de la avenida Grau. 

La Kodak KE20.

La KE20 era una cámara automática; es decir, una máquina que podía correr la película mediante un motor interno. Es decir, tú sólo colocabas el rollo y el mecanismo de la cámara lo prensaba de una forma casi mágica. Por aquel entonces (fines de los 90) había cámaras caseras de mayor complejidad. Por ejemplo, vendían unas que podían imprimir la fecha en las fotos y otras que tenían zoom. Pero a mí no me daba el pelo para esas y, a decir verdad, estaba bastante satisfecho con la KE20. Usé esa máquina por lo menos unos 8 años, incluso para trabajos de la universidad. Esta es una foto que saqué con ella:

Piura, 1998. Al fondo se ve el puente Bolognesi tras la caída.

En la primera década del 2000 la fotografía digital se volvió omnipresente y, por tanto, las tiendas de revelado que acaparaban la avenida principal de mi ciudad, empezaron a cerrar una tras otra. La gente ya no quería fotos en papel, quería fotos en la computadora. De ese modo, en 2006 mi mamá se animó a comprar una cámara digital que rápidamente robaría heredaría. Era una Samsung Digimax A403 de 4 Megapixeles. Creo que lo que más me maravillaba de la máquina era la posibilidad de ver la foto que tomaba en tiempo real, tal como iba a salir. O por consiguiente: verla y, si no salía bien, borrarla y tomarla de nuevo. Sí, hemos normalizado mucho este pequeño milagro. Casi nos olvidamos que con las cámaras análogas era disparar y ve tú a saber cómo quedó la foto hasta el revelado.

La Samsung Digimax A403.

Objetivamente, la Digimax era una porquería. Por más 4 Mpx que ofrecía (era más o menos el estándar de la época), la definición era malísima, no tenía enfoque automático y, como no tenía opción de "balance de blancos", las fotos salían medio azulinas. Para colmo, la memoria era muy reducida. Si ponías la cámara a la máxima calidad, como mucho se podía tomar 10 fotos. Con todo y todo, muchas páginas de Magenta le deben sus ilustraciones a las imágenes que saqué con esta máquina. A continuación una de las fotos que más me gusta tomada con la Digimax:

Filigrana, 2008. El supuesto efecto bokeh, en realidad era un truco de la cámara. Permitía hacer un marco de desenfoque alrededor de un rectángulo o una silueta.

Cuando salí de la universidad decidí comprar una cámara más decente y adquirí una Lumix Fz7 usada. La verdad, no me siento orgulloso de la forma en que la obtuve. Resulta que por internet encontré a un vendedor en Tacna que me enviaba fotos de la cámara y me decía que estaba en buenas condiciones, que la había usado poco y que me la enviaba sin recargo a Piura. Yo acepté el trato y le pagué pero, cuando la máquina llegó empecé a sospechar que era robada, pues no tenía el cargador original y, encima, la memoria contenía fotos de un gringo que, definitivamente, no era el vendedor. 

La Lumix Fz7.

Quizá ahora hubiese actuado de otra forma. Pero como era joven y no tenía mucho dinero, acabé por dejar pasar el hecho. La cámara me sirvió mucho. De hecho, trabajé con ella de fotógrafo en algunos eventos y en una activación en el mismísimo campamento de ODEBRETCH en Bayóvar. La Fz7 aparentaba mucho pero en realidad era una cámara esencialmente casera de 6 Mpx con un lente que hacía mucho zoom, cosa que nunca me interesó demasiado. Lo que más me gustaba, no obstante, era que me permitía hacer ajustes manuales. Podía jugar con el ISO, la exposición, la velocidad de obturación, el balance de blancos, el enfoque, etc. La verdad, saqué muy pocas fotos personales con la cámara, pero podría rescatar ésta:

Un campo de Paint Ball en Piura, 2010.

Vendí la Fz7 en abril de 2010, a solo 6 meses de la adquisición. Fue una época muy mala para mí; tanto así que lo que obtuve por ella (la vendí a una tienda en una galería de la avenida Wilson) lo usé para comer y poco más. Realmente hice un buen negocio entonces. Me pagaron más que lo que yo gasté en ella. 

Ya a fines de 2010, con un trabajo más o menos estable, pude retomar mi afición por la fotografía. Entonces separé un dinero y, en Metro de Plaza Sur, compré la que se convertiría en mi cámara favorita: una Canon Powershot A490 que ofrecía 10 Mpx.

La Canon Powershot A490.

Me gustaba mucho las fotos que sacaba la Powershot; tomaba imágenes con colores ligeramente cálidos y un sutil alto contraste que hacía que las fotos tuviesen ese "algo especial", medio vintage (estilo "Lomo") que hoy por hoy me da mucha nostalgia. Sí, no son colores 100% fieles a la realidad pero eso es lo que la hacía tan genial. A esto me refiero:

El olivar (Lima), 2011. La foto no tiene retoques digitales.

Quiero destacar además el diseño de la cámara, que también influye en mi cariño por ella. Los bordes redondeados de la A490 ofrecían una sensación de comodidad única. Se sentía muy amistosa en las manos. Daba gusto disparar en ella. De hecho, con esta cámara grabé algunas entrevistas y vlogs para Monitor Fantasma, cuando el canal era sólo una sección de El verduguillo. 

En paralelo, en 2012, decidí regresar a las andanzas como fotógrafo y me compré mi primera cámara de objetivos intercambiables; una Canon Eos Rebel T3. 

La Canon Rebel T3.

La T3 (y en menor medida la T5) estuvo muy de moda en esas épocas. El que menos tenía una. Y eso jugó en mi contra porque presentarse con la T3 de pronto se volvió "poco serio". De hecho, los "pro" miraban con desdén a todo aquel que tuviese ese modelo. Entonces conseguí muy pocos trabajos como fotógrafo (recuerdo apenas una campaña de activación de Ripley y un cumpleaños infantil). Con lo que en 2014 acabé vendiendo la cámara a un señor que tenía una ferretería en la avenida Bolognesi.

Mi percepción general de la T3 es que sus defectos superaban a sus virtudes. Sí, tomaba fotos más nítidas y con colores más reales que la Powershot; sí, se le podían cambiar los objetivos (tenía dos, más bien mediocres, un 18-55 y un 75-300 mm) pero era impráctica, frágil y pesada. Era complicada de llevar, por ejemplo, a un viaje o una reunión de amigos. Y bueno, nada, a continuación una foto del gran "Machín" tomada por la T3.

Machín RIP, 2015

Es importante comentar que por aquella época las cámaras de los celulares mejoraron mucho y empezaron a reemplazar a máquinas la A490. No obstante, las "digicams" aún ofrecían mejor calidad de imagen y su precio había caído por los suelos. Así que por allí aproveché el pánico y, en paralelo a la T3, me compré una Powershot A2500 para las "reus" con los amigos.

La Canon Powershot A2500.

Fue una cámara bastante decente, parecida a la A490, pero con mayor zoom y más megapíxeles (16 Mpx). De la A2500 me gustaba mucho su practicidad, la duración de su batería y su capacidad para grabar videos en HD de 720p (de hecho, los primeros dos videos del Monitor fantasma actual están grabados con la A2500). Sin embargo, sus colores no eran tan "chéveres" como los de la A490 y su ergonomía no me gustaba del todo, la sensación en las manos era un tanto puntiaguda. Aquí dejo un ejemplo de las fotos que sacaba:

Piura, 2014, cuando cuidaban el parque.

Creo que la experiencia con la A2500 fue positiva. Cumplió. Sin embargo, yo quería algo más "chetado". Entonces descubrí que existía un concepto que mezclaba lo mejor de los dos mundos: por un lado, las bondades de una "pro"; y, por el otro, la practicidad de una cámara de bolsillo... La Powershot G16.

La Canon Powershot G16.

En diciembre de 2014 decidí darme de regalo de navidad esta cámara, que acabó siendo la responsable de todos los videos que hice en "Monitor fantasma" hasta fines de 2019. Vale, la G16 no era una cámara pensada para video y por eso acabé cambiándola por una más afín, aunque sí que grababa bien en FHD (1080p a 60fps). Por otro lado, en el apartado fotográfico era la perfección hecha máquina. Era una cámara robusta, de buen agarre. Tenía un objetivo fijo retráctil muy luminoso con apertura f1:8 y ofrecía una calidad de imagen que no tenía nada que envidiar a las profesionales, incluida la posibilidad de fotografiar en formato RAW. Y no obstante era lo suficientemente pequeña para llevarla en el bolsillo. De hecho, cuando se la mostré a un fotógrafo amigo mío (que manejaba una 5D) me preguntó: "¿Dónde la has comprado?" Quería una para él. 

Camino a Cangrejos, 2016.

La G16 se vio reemplazada no por una, sino por dos cámaras; la primera, la de mi teléfono. En 2018 compré un Samsung Galaxy S9+ (con una cámara de apertura variable de f1.5 a f2.5) que por su versatilidad acabó monopolizando la fotografía cotidiana y los viajes. La segunda cámara que relevó a la G16 fue la Canon M50, una mirrorless con objetivos intercambiables, mucho más compacta que la T3. La M50 poseía una pantalla plegable (ideal para el autograbado), se le podía conectar un micrófono, se podía controlar desde el teléfono móvil y contaba con la capacidad de grabar video en 4k.

La canon M50 Mirrorless.

Debo decir que en un principio no me gustaban las fotos de la M50. Luego descubrí que el problema era el lente de serie que poseía una mediocre apertura de f3.5 y me obligaba a tirar demasiado del ISO. Probé entonces distintos objetivos (entre ellos un 50mm con adaptador) hasta que por fin encontré el que hizo que acabe amando la cámara: un Ef M 22mm con apertura de f2.0. Por lo general la cámara la he sacado pocas veces de mi estudio, pues está dedicada casi siempre al video. Sin embargo, en 2019 la llevé a Colombia, en un viaje que hice con Paty:

Cartagena, 2019.

Finalmente en 2020 se me ocurrió que necesitaba una cámara intermedia entre la del estudio y mi teléfono y me compré la M100, con la idea de compartir objetivos con la M50. Sin embargo, en medio de la pandemia, no tuvo el uso esperado (viajes, tomas exteriores o foto retratos) y acabé vendiéndola al año siguiente. De todas maneras tengo una foto de la máquina, para el recuerdo.

La Canon M100

Vale la pena mencionar que tuve una cámara de acción chinesca llamada Eken H9. Era muy práctica pero el lente distorsionaba demasiado la imagen y la resolución era mediocre. Asimismo, recuerdo algunos teléfonos móviles que tenían cámara: el primero fue un Samsung Ch@t222; el segundo, su sucesor, el Ch@t333; luego un infame Lenovo Vibe B; y por fin, el Samsung S9+, con una cámara que aún hoy (6 años después) me parece espectacular. 

¿La mejor cámara que tuve? Empate: la M50 y la G16. ¿La mejor cámara analógica? La KE20. ¿La que recuerdo con más cariño? La A490. ¿La peor? La Digimax A403.

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