Crónica de una instalación fallida 2

Declaro que el día viernes 22 de mayo de 2015, a las 11am, ¡por fin! nos instalaron un paquete de internet, luego de todas las penurias descritas en un capítulo anterior.

Detalle de los aparatos instalados por Claro.

No fue fácil. Ni siquiera resultó serlo la firma de la conformidad del montaje de los aparatos. En confusas circunstancias, tuve que hacerme pasar por el esposo de la mamá de Paty, que finalmente prestó su nombre y su honor para encubrir una serie de operaciones un tanto informales por parte nuestra y la compañía de teléfonos.

Bien, vamos al detalle: Tras fracasar todas y cada una de las múltiples solicitudes a Movistar, Patricia decidió que Claro era la voz. Sin embargo, cuando consultó por el paquete de internet, cable y un innecesario teléfono, le dijeron que no podía firmar ningún convenio porque el “sistema” no la dejaba.

Nos preguntamos cómo podía ser posible. Paty trabajaba formalmente en una entidad financiera, tenía un historial crediticio impecable y un sueldo que podía costear tranquilamente el servicio. Así que pedimos que se reconsidere la solicitud, la cual se revisó por múltiples asesores. Nadie nos daba solución, hasta que por último, el más avispado de todos nos comentó que si queríamos el servicio teníamos que pagar una garantía de 500 soles, más la instalación y tres cuotas por adelantado.

Por supuesto, no aceptamos los términos.

De ese modo, una buena mañana Paty fue a la central de Claro a pedir una explicación. Allí se encontró con una señorita en plataforma que -según el cuadro en la pared- era la colaboradora del mes. Paty no lo pensó dos veces y juzgó: “Si alguien puede ayudarnos es ella”. Y así fue: la trabajadora por fin reveló que lo que impedía que contratemos el servicio “tri-play” era que hace un año Paty había deshecho un contrato fuera de tiempo y, por tanto, se había ganado una de esas absurdas penalidades que ponen las empresas cuando te liberas de sus garras.

Veredicto: No podíamos contratar ningún servicio por 24 meses, salvo que se pague la garantía, la instalación y las tres cuotas indicadas.

Sin embargo la colaboradora, que no es tonta y por algo se había ganado su título del mes, sugirió que busquemos a otra persona que prestara su nombre para solicitar el servicio. Entonces pensamos en la mamá de Paty. ¿Podría ser mejor candidata a crédito una mujer mayor de 65 años sin ingresos demostrables, que su hija con trabajo fijo en una entidad financiera? En efecto, sí. Ingresamos los datos de la mamá de Paty y el sistema la aprobó de inmediato.

Este aparato no sé qué es.

Los señores de Claro instalaron el servicio tan rápido que Paty no tuvo tiempo de pedirle a su mamá que esté presente y firme el acta de instalación. Lo que, en consecuencia, me puso en la obligación de hacerme pasar como el esposo de mi futura suegra. "Sí, mi esposa salió a cobrar su pensión", mentí ante el técnico. 

Me puso en la obligación de hacerme pasar como el esposo de mi futura suegra.

La historia, sin embargo, no acaba así. El final viene con el siguiente remate; tan inverosímil que parece extraído de una mala ficción:

Resulta que, luego de que los señores de Claro se retiraran de nuestra casa dejando todo instalado, el celular de Paty sonó. La llamaban de Telefónica anunciándole que habían ampliado sus servicios en la zona en la que vivimos. Que ahora sí pueden atender su pedido. De hecho, pueden ir de inmediato. No había que pagar nada.

Paty creyó por un instante que estaba en una cámara escondida. Luego recordó todo el trajín, sonrió y colgó el teléfono.

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