Todos odiamos el verano

Un horizonte que contemplamos absortos...

Estoy convencido de que hay dos tipos de persona: los que odiamos el verano y los que no saben que lo odian. En primera instancia, todos conocemos las desventajas del verano: hace mucho calor, se multiplican los mosquitos y, si uno no tiene la fortuna de pagarse un aire acondicionado, transpira incluso dormido. Tampoco se puede pensar bien con calor. Uno anda siempre más torpe, más lento, más apático. Por esa razón, quizá, convenimos en tomar vacaciones, con lo que la decisión más lógica sería preguntarnos: ¿por qué no ir a un sitio donde NO sea verano? Es entonces cuando a los "confundidos" se les ocurre que ir a la playa es una buena idea. ¿Cuál es la diferencia entre una playa y un desierto? Un desierto también tiene arena, sol y aire caldeado. Ah, claro: la playa tiene algo importante. La playa tiene mar u otra fuente de agua que, más allá de refrescar (lo que es mucho decir: es caliente y salada), supone un horizonte que contemplamos absortos, ocultando nuestro inconsciente deseo de atravesarlo para escapar por fin a aquella pesadilla. ¿No me crees? Dale a los amantes del verano un yate. Seguro que todos escogerán zarpar a alta mar. Peor aún: dale a esa gente un boleto de crucero. Todos ellos se apuntarán con la intención de escoger la mejor suite, con aire acondicionado y de preferencia a un destino donde, irónicamente, no sea verano. No hay más vuelta que darle: todos odiamos el verano.

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