Mi colegio es un local aprista

Siento un poco de envidia cuando mis contemporáneos me cuentan que asistirán a algún reencuentro de su promoción en el colegio donde estudiaron. Siento un poco de envidia porque eso no me va a pasar a mí, ya que mi colegio no existe más.

Mi colegio se dividió en dos partes, como una nación en conflicto, dejando extraviados a sus exalumnos como el personaje de Tom Hanks en "La terminal". No sabemos a dónde regresar ni a qué espacio cálido vincular el torrente de recuerdos que se nos viene a la mente cuando alguien pronuncia "Santa Ana". Sus directores decidieron vender las instalaciones al mejor postor unos años atrás.

Uno ya no sabe a dónde regresar.

Mi colegio tenía dos locales; uno de secundaria y otro de primaria. El de secundaria -quizá el que corrió mejor suerte- forma parte de la empresa Pamer, que también está en el rubro educativo. El otro local, y de ahí viene el nombre del post (y por ende, mi queja), se convirtió en un local del Partido Aprista Peruano.

Qué paradójico -digo yo-, siendo el promotor de mi excolegio un sujeto que participaba de la política a través de una innombrable determinada agrupación, de pronto le haya entregado el local al partido rival. Y para rematar, echada por tierra la labor educativa iniciada medio siglo atrás, se mandase a vivir a Lima, desmantelando totalmente la institución.

Colegio Santa Ana en 1997 (foto sacada del blog Biblioteca Ramón Abasolo).

Lo mismo, hoy (foto: Street View).

¿Por qué no lo convirtieron en otra cosa? Una oficina municipal, un estacionamiento, una cárcel...  cualquier cosa habría sido mejor que contemplar la imagen que me llevo cada vez que paso por aquel lugar, en donde hice mis primeros goles con el equipo de "Las nuevas estrellas", donde gané el galardón de la Concitec con el insigne club de ciencias (y sus reuniones clandestinas en el cuarto de servicio), donde comía las legendarias papas rellenas de doña Carmencita, donde me enamoré perdidamente de una niña que se fue en sexto y nunca le pude declarar mi amor... Allí, entre tantos recuerdos hermosos, ahora se exhibe una pintura gigante de Víctor Raúl Haya de la Torre que, con su cara de poto, parece decir "¡Largo de aquí!"

Sólo me queda entonar silenciosamente las gloriosas notas del himno de mi fenecido colegio. No lo haré, claro está, en honor al local y a sus directores, sino a lo que significó para mí y miles de niños que cursaron alguna vez por sus aulas:

Adelante, adelante, colegio Santa Ana,
Somos fuerza piurana, honrosa por tradición.
La patria demanda esfuerzo,
respondamos con hidalguía,
estudiando con energía,
para dar grandezas al Perú.

Querido colegio Santa Ana,
SIEMPRE serás nuestra guía,
porque tus aulas, nos albergan,
brindándonos amor y alegría.

¡Váyanse a la mierda todos!

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