Los señores de la camisa mostaza

Por estos lares cada vez está más en boga decir "este asunto no es mío" para librarse de toda responsabilidad. Los señores que trabajan en servicios de seguridad no son la excepción. Para nada. Y yo creo que esto se ve claramente en los sucesivos cambios de denominación de su chamba. Veamos:

Típicos guardianes peruanos, probablemente yendo a decirle a alguien que está prohibido respirar.

En un primer momento, estos operarios recibían el nombre de “guardianes”, dado que brindaban servicios de guardianía. Entiéndase: “guardar” es sinónimo de "proteger". De modo que, cuando se constituyó este servicio, se estaba pensando en una suerte de “policía privada”, la cual tendría que resguardar los intereses de la persona o empresa que los contrate.

Pero como a los de seguridad esto les pareció demasiado arriesgado cambiaron su denominación por “vigilantes”. Entiéndase: el que "vigila" es el que mira, el que chequea, el que da la voz de alerta. Esto es más bacán porque así estos señores no tienen que enfrentarse al problema. Es decir: si ven, por ejemplo, que están asaltando a alguien, no se meten. Como mucho llaman a la policía o te advierten caleta: “cuidado choche, te están bolsiqueando”.

Sin embargo, como aún así esto les parecía demasiado peligroso, decidieron ascender un peldaño más en la escalera de la despreocupación y, entonces, hallaron el término perfecto para sus ociosos menesteres: “agentes de prevención”. Entiéndase: personas que previenen. O sea, ni se enfrentan a la delinucuencia ni corren la voz de alerta. Solo se dedican a joder a sus clientes y a los clientes de sus clientes para que ellos mismos se encarguen.


Los señores de la camisa mostaza no se despeinan. Sólo hablan. Hablan un montón. Llaman la atención. Piden refuerzos por radio. “Tenemos un problema”, dicen: "Hay un señor que está reclamando porque en el baño no hay papel higiénico". "Copiado", responden de la central. Y luego aparecen dos tíos más para amedrentarlo a uno. ¿Por qué? Porque ahora los de seguridad no tienen problemas con los delincuentes, tienen problemas con la gente común; dígase, clientes y trabajadores. ¿No me creen? Voy a compartir tres casos reales. Absurdos, sí. Pero 100% verídicos.

Primer caso: cuando trabajaba vendiendo autos en Chevrolet teníamos a un "agente de prevención" que sólo se dedicaba a cumplir las funciones de un soplón. Por ejemplo, si alguna vez llegaba de visita la esposa de un compañero, el de prevención automáticamente le pasaba la voz al jefe de la tienda y, al día siguiente, mi colega tenía una llamada de atención. Si uno salía a media mañana a fumarse un cigarrillo en la calle, el señor de prevención tomaba nota y le comunicaba a gerencia. Era tan jodida la cosa que una vez me cuadré al fulano ése. “Oye, ¿a ti te contratan para que cuides de afuera hacia adentro o de adentro hacia afuera?”, reclamé. Vale decir que a este sujeto lo despidieron al poco tiempo, cuando se descubrió que pasaba todas las noches usando los teléfonos de la oficina para hacer llamadas personales.

Segundo caso: en una expoventa realizada hace algún tiempo en un centro comercial, al señor Melquiades le robaron su celular de última generación. De más está decir que los agentes de prevención no estaban en sus puestos y no brindaron el resguardo necesario. Por el contrario, una vez realizado el crimen, sólo se limitaron a pronunciar su sermón de toda la vida: “es que dejas tus cosas muy expuestas…”. Cuando el señor Melquiades fue a revisar las cámaras de seguridad (que ilusamente uno cree que es la solución definitiva a la inseguridad ciudadana) se dio cuenta de que justo en el momento del hurto, el aparato estaba girando hacia otro lugar. Parece que estaban chequeando a una flaca.

Tercer caso: hace unos días me encontraba cargando un bulto en otro centro comercial. Tenía que subir al segundo piso y, como el ascensor estaba fuera de servicio, pensé que la mejor opción era usar la escalera mecánica. Cuando me subí en ella, vino una señorita de prevención, gritándome de la manera más escandalosa posible. Quería que baje de inmediato porque estaba prohibido subir con bultos ahí. A mí, con el peso y la escalera en movimiento, no me quedó más que decirle que sería imposible. Por supuesto, la de prevención, como si estuviera ante el enemigo público número uno, procedió a hacer lo que mejor hacen. Dijo: “¿Así que hace caso omiso a las órdenes?”. Y llamó por la radio a alguien y se fue muy disgustada. Tiempo después me entero de que a quien llamaba fue a una trabajadora del centro comercial, una amiga mía, para quien me encontraba haciendo un servicio. “Me han llamado la atención porque subiste la escalera mecánica con bultos”, me dijo. Yo le respondí: “¿Por qué te llamaron la atención a ti si tú eres de administración? Faltaba más: ¡Llámales la atención tú a ellos!”

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