La era celeste

Dondequiera que ella estaba, allí era el Edén (Diario de Adán y Eva)

Desde hace dos meses y dos días me mudé con mi novia, Paty a un departamento que estamos pagando a crédito hipotecario. Bueno, a decir verdad, por ahora lo está pagando ella, ya que yo pertenezco a ese inverosímil 0% de desempleo que anunció con orgullo el ministerio de trabajo en el trimestre pasado, no sé en qué fantasía.

Soy un amo de casa pero en realidad quiero trabajar. Quiero un empleo normal: estar en planilla, tener gratificaciones, seguro social y un mes de vacaciones. Sin embargo, por algunas deudas del pasado, mi nombre aún figura en el libro negro del Infocorp y eso, en términos laborales de nuestro país, resulta peor que ser un exconvicto.

Pero no me quedo con los brazos cruzados. Trato de postular a todas las chambas que veo (aunque ya van 3 meses de búsqueda implacable y no consigo siquiera una entrevista). Trato de seguir metiéndole punche a la editorial. Trato de no gastar mis escasas ganancias en cosas personales y aportar todo lo que pueda para la casa.

Me da pica porque pienso que la estoy pasando bien sin pagar el boleto completo. Y es que en estos últimos meses, a pesar de los ajustes, los esfuerzos, las limitaciones (no tenemos Internet, por ejemplo [el teléfono y el cable me da igual]) y el proceso de adaptación mutua, me siento muy feliz de vivir con Paty, a tal punto que podría decir que es la mejor época de mi vida.

Así, aunque no nos alcance ni para comprar un pescado fresco, como el otro día que nos resignamos a llevar a casa un filete congelado madeinchina; lo que resultó, técnicamente, en el peor ceviche que haya comido jamás. Aún así, la felicidad era plena.

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