Velada poética

Roger Santiváñez

Para los efectos del caso, la anterior nota, que plagié sin contemplaciones del blog de mi amigo Fabián, no resultó ser del todo fidedigna. No del todo, lo subrayo, porque el error no fue anunciar la participación de Roger Santiváñez, ni la hora, ni el lugar. El error (mejor diré: "confusión") fue anunciar el evento como una presentación de libro; pues, para empezar, en el lugar no había más que dos ejemplares de "Virtú": uno en manos de Roger y el otro en la mochila de Fabián. Segundo, la supuesta presentación fue, más bien, un recital organizado por Houdini Guerrero, quien aprovechó la oportunidad para promocionar la nueva edición de su revista Sietevientos.

Con todo, se pasó un agradable momento. Aunque, hay que decirlo, se hubiera pasado mejor de no ser por los reiterados desaciertos en los que los escritores de la vieja escuela incurren vez tras vez. El primero de ellos es el excesivo halago en el que se ensalzan; grandilocuencia que acaba por hacer que algunos de ellos se presenten como el máximo referente para todo escritor que quiere iniciarse en la literatura y, a la sazón, concluir la velada recitando poemas titulados con los nombres de sus amigazos. El segundo de estos errores, y más vicioso aún, es la práctica de la portátil; que no es más que llevar (u obligar, quién sabe...) a los alumnos de alguno de estos literatos a asistir al evento. Lo cual trae como consecuencia un séquito gratuito de muchachos imberbes que incomodan con sus alharacas de poco conocedor de la poesía.

Pero lo reitero, aún así, el evento pasó piola. Y lo digo muy a pesar de que no hubo brindis (ni si quiera el consabido borgoña que tanto gustan en el rectorado de la UNP).

El programa lo inició Lelis Rebolledo, quien siempre da que hablar bien sea por su versos o por su manera de vestir. En esta ocasión tuvo una presentación poco ortodoxa, hablando de sí mismo como un poeta que en sus tiempos libres prepara un buen cebiche de caballa. Un grande. A él lo siguió Manuel Mena Sertzen, a quien pareció incomodarle que, en reiteradas ocasiones, le dijeran joven poeta. Luego siguió Houdini Guerrero, que me sorprendió gratamente como poeta (salvo por los últimos versos que... en fin...). Después tomó la posta Sigifredo Burneo, para el deleite de sus alumnos (y ya está.... lo descubrí). Y, finalmente, Roger Santiváñez, con quien me tomé esta foto:

Roger, yo y Lelis. Foto mal tomada, como siempre que presto la cámara.

Gran recital se mandó Roger. Leyó poesía desde su último libro, revistas y algunos papeles sueltos. Pasó desde lo cotidiano hasta lo erótico. Y, para finalizar, hay que darle una última concesión: fue el único que acompañó la voz con el juego de manos (aunque sea sólo la derecha).

En fin, con las ganas de probar un vino y leer un Virtú (ambos esquivos), la siguiente generación de escritores se despidió y se fue a su casa, no sin antes tomarse una foto para los anales de verduguillo:

Eduardo Valdivia, Reynaldo Cruz, Fabián Bruno, yo y..

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